En Arecibo, P.R.: mayo de 1945

Queridísima Mrs. Cumpiano:

     ¿Cómo están los Williams de la familia
[ed. esposo Willy; hijo recién nacido William] (Padre e hijo) Supongo que Willy padre estará contentísimo con la perspectiva de un próximo licenciamiento. Quién iba a decirle que sus hijos además del valor intrínseco de ser carne de su carne habrán de tener hoy un valor de puntos en el ejército! Willy como soldado (hablo en términos genéricos, yo sé que él es oficial) se sentirá muy optimista respecto a la guerra. Tal parece que la pelea en el Pacífico anunque dura y cruel no será todo lo larga que se anunciaba. Ya, hay rumores de prog. [sic] y cuando el río suena...
     Bueno, Mrs. Cumpiano, y ahora al anuncio de algo que tal vez le sorprenda. En mis momento más amargo y en aquellos más felices siempre he pensado en usted; confiándole mis penas y alegrías, mis decepciones y esperanzas. En esta ocasión más que nunca he de confiarme a usted ya que se trata de mis obras Usted en relación a mis obras ha sido una "madrinita buena". Eternamente le serviré agradecimiento por su bondad y comprensión. (Perdóname los borrones. No acierto a encontrar las palabras apropiadas). Mis obras, o mejor, mis ensayos literarios (hoy eso de obras me suena demasiado pretencioso) eran un lastre que amarraban mi humanidad a un islote de seuños, a una región irreal, sin duda propicia para la creación intelectual, pero atrofiante para el desenvolvimiento normal y lógico del hombre-común René Marqués, esposo, padre de familia, agrónomo fracasado y comerciante sin ciernes. Hacía tiempo que el dilema existía latente en mí, pero durante los últimos meses habíase convertido en problema apremiante, angustioso, hasta estallar en una crisis inevitable. Resultó preciso escoger entre (1) el posible escritor: un ente de ensueño, ridículo en su ambiente, inútil a la familia y a la sociedad, sensibilizándose hasta lo mórbido, alejándose cada vez más de la realidad y (2) el hombre común: tipo diz 
[ed. ortografía imprecisa] que simpático, de buen corazón, joven, de inteligencia despierta (?), torpe para el trabajo (¡pero cuántos no han vencido esa torpeza), de risa fácil, de charla alegre y de otras muchas cualidades convencionales y vicios también convencionales. Sí, fué preciso escoger. La lucha fué dolorosa, pero al fin venció al hombre común. Tuve que matar dentro de mí muchos sueños, muchas cosas hermosas, muchos "pajaros azules", y no fué facil. Todo lo contrario. Me costó lágrimas físicos y sangre espiritual. Pero vencí en mi propósito. Destruí todos mis obras, copias y originales, todos, (la penosa labor de cuatro años). Era ya un pequeño tesoro. Quince cuentos, seis dramas, dos tragedias, dos novelas, poesías inéditos, artículos que nunca se publicaron, cartas que nunca fueron enviadas. Hora y media duró el suplicio. Tengo dod dedos llenos de ampollas, pero experimento un sentimiento de libertad que pido a Dios no se borre jamás. Supongo que Hernán Cortés sentiría lo mismo después de quemar sus naves Ahora me admiro de haber tenido valor para hacerlo, pero no me arrepiento. No podía vivir en aquella zozobra: esperanzas, decepciones, esperanzas, decepciones, sueños, realidad, sueño, realidad. la cadena se hacía interminable y mi capacidad para el sufrimiento era muy limitado. No quiero escribir más. Sólo quiero apegarme a la tierra, a la vida y ser rutina como millones de seres lo hacen y vivir como ellos en una relativa felicidad, sin sueños desmesurados ni imposibles ambiciones. Para eso "cometí" suicidio intelectual. Sólo siento haber publicado Peregrinación. Eso es algo que no puedo destruír pero que quiero olvidar.
     Lo que he hecho tiene sobre lo que no pude haber hecho una enorme ventaja para mí: tranquilidad. Hoy podría aprobarse o vedarse una ley creando una Escuela de Bellas Artes y yo al leer la noticia
no sentiría un terrible vuelco en mi corazón. (Es probable que la ley, con enmiendas, se apreube en la próxima sesión legislativa con el visto bueno del gobernador). Hoy Poldín y su Teatro Universitario podrían (y es probable que lo hagan ¿por qué no?) representar veinte obras de autores puertorriqueños y yo al leer la noticia no sentiría resentimiento por las falsas promesas de Poldín respecto a una de mis obras. (Antes, como autor defraudado lo había resentido terriblemente). Hoy, o mejor dicho, el próximo año podré leer con tranquila curiosidad el veredicto del Instituto de Literatura en vez de leerlo como hace poco con un casi desvanecimiento de zozobra que luego convirtíase en una gran desilusión. (Sería muy hipócrita si no confesara que tenía la esperanza que de algún modo se mencionara mi "obra") Hoy no me quita el sueño un probable viaje a España. Y pienso que si alguna vez realizo el viaje será como turista cursi e ignorante y no con la agobiante obligación de "reformar" el teatro peninsular. En resumen: hoy puedo gozar de la vida en vez de sufrirla. Y hoy veo claramente que mis desilusiones (que siquiera llegaron a ser fracasos, excepto en el caso de Peregrinación) estaban haciendo de mí un tipo huraño, egoista e insoportable. Por eso tuve que matar al posible escritor dentro de mi.
     Serena ha lamentado terriblemente lo sucedido. No puede conformarse a la idea de que todo
aquello esta hoy perdido. Yo aproveché una ausencia de ella y Raúl para romper los manuscritos) Pero ya se acostubrará. Después de todo ella no se casó con un escritor sino con un actor aficionado graduado de agrónomo.
     Hasta aquí la noticia que debía usted saber, madrinita buena Cierto es que no lo será ya más de mis locuras literarias, pero espero que lo siga siendo de este amigo que mucho la quiere,

René



René Marques

René Marques