Aun estamos estancados en N.Y. Hemos tenido que esperar 15 días por el permiso de Lisboa para pasar por Portugal. Ahora tendremos que esperar otro tanto hasta que la Pan American nos acomode ya que por el dichoso permiso portugués perdimos nuestros pasajes del 22 de abril. El viaje en barco fue un desastre. Todos nos mareamos, el servicio y las comidas pésimas, los camarotes sucios e incómodos. N.Y también me ha causado muy mala impresión. Los edificios se ven viejos y descuidados y las calles, sub-ways, guaguas, etc. están sucias y llenos de basura, aún en la Quinta Ave. El aire es irrespirable a causa del hollín. Estuvimos en el Ansonia Hotel en la calle 74 y Broadway, pero aunque conservamos allí la habitación nos hemos tenido que mudar a Long-Island, a casa de una amiga hospitalaria. Esto sí es encantador. Todo limpio, las calles amplias, árboles, jardines, hortalizas, etc. Me recuerdo bastante a Santurce.
Hemos asistido a tres “plays”. El primero, “Candida” de Bernard Shaw con Catherine Cornell. La labor de la Cornell es buena, pero la obra no me gustó. Además en la actuación se cuelan resabios de viejo teatro. Fue como un duchazo a mi entusiasmo por las tablas yanquis. Luego vimos “Pygmalion” con Raymond Massey y Gertrude Lawrence. La actuación de ambos fue algo soberbio y el montaje superior a “Candida”. Además la obra es más de mi agrado (ya conocíamos la versión cinematográfica de Leslie Howard). Pero todavía no estaba yo reconciliado con Broadway. Fue luego, al ver “Glass Menagerie”, de Tennessee Williams, que recuperé la fe en este teatro que O’Neill y Rice me habían hecho admirar tanto. No voy a tratar de describirle la obra, pues el argumento es algo que nada diría. Lo esencial es la técnica, el modo de presentar el problema, pero sobre todo la “atmósfera” (algo que hace recordar a Chekhov, y a Lenormand en “El Tiempo es Un Sueño”). El montaje es algo realmente maravilloso. El uso de las luces se convierte aquí en un arte esencial a la obra. Y la actuación de Laurette Taylor es formidable. Este era la clase de teatro que yo ansiaba ver en N.Y. Como las entradas para los “plays” es preciso compararlas con varias semanas de anticipación, y no sabemos la fecha de salida para Lisboa, nos ha sido imposible ver más teatro en N.Y. Además del “Cyrano” de José Ferrer se está preparando para un próximo montaje una misma obra de O’Neill, “The Iceman Cometh”. El acontecimiento de la temporada es la llegada de una cía. inglesa de dramas en la cual trabaja Lawrence Olivier y la cual presentará en primer lugar “Henry IV” de Shakespeare. Luego, Oedipus, protagonizada por Lawrence Olivier.
El aspecto físico de los teatros, aquellos dedicados exclusivamente a “plays”, es detestable. Pequeños, calurosos, incómodos, “old-fashioned” en el decorado y la arquitectura. Tampoco era esto lo que yo esperaba de N.Y. En cuanto a los “plays” Antolín me dice que “Glass Menagerie” es aquí la excepción y no la regla. La regla, pues es, la comedia o el drama convencional. Bueno, y tanto que se critica en América el teatro español. Poco más o menos esto mismo el lo que hacen en Madrid, obras convencionales y de vez en cuando una obra del “nuevo teatro”.
Las salas de proyección (cines) son mucho mejores en su aspecto físico. En cuanto a películas, vi “Tomorrow is Forever” con Claudette Colbert y Orson Welles en el Winters Garden. La labor de Orson Welles es muy buena, pero la película no tiene nada nuevo. Luego fuimos al Music Hall de Radio City. Allí vimos “The Green Years” de Cronin (el autor de “The Citadel”). Nada extraordinario. Logramos ver parte del famoso “show” de “Easter” (llegamos tarde). Lo poco que vimos de este “show” que se ha montado durante once años en el Radio City para Easter me pareció una perfecta estupidez. Las muy famosas Roquettes con su “arte” matemático de alzar y bajar piernas al unísono me pareció entretenimiento para niños. Recuerdo las “revistas” españoles (el equivalente a los “shows” yanquis) y allí puede apreciarse el alma de un pueblo (no estoy hablando de zarzuelas, ese es otro género). Allí había música agradable, salero, picardía, sex appeal, y otro ingredientes. Aquí no hay más que vestuario deslumbrante y juego de luces. No pude menos que asociar el “show” con uno de esos enormes y bonitos “steaks” yanquis que cuando se les hinca el diente se convierten en grasa, pellejo y un poco de carne desabrida.
No crea que todo ha sido mala impresión para mí en NY. Me encantan los parques, los automáticos, las cafeterías, los soda-fountains, las tiendas de la Quinta Ave. los “markets”, la temperatura (en esta época), la política de nadie meterse en la vida del prójimo, etc. También me sorprendió ver que los neoyorquinos son gente bastante corteses y amables. Yo me los imaginaba como salvajes. Sere también está sorprendida pues ella dice que cuando vivió aquí tres años (del 1936 al 1939) la gente de N.Y. eran bestiales o poco menos. Será sin duda la guerra, que ha humanizado a la Ciudad de Acero.
Le incluyo dos recortes sobre teatro. Besitos a los peques y saludos a Willy.
Cariñosamente, René